viernes, 21 de mayo de 2010

Akal compra Siglo XXI

Es una excepción a la regla que me alegre ante la noticia de que una empresa compre a otra, especialmente cuando pertenecen al ámbito de la difusión cultural. Las fusiones entre editoriales y medios de comunicación son el camino hacia el totalitarismo por la vía del monopolio capitalista, un método más lento, pero más seguro que cualquier inquisición hasta ahora diseñada por el poder.



Pero el caso de la compra de Siglo XXI por parte de Akal parece que tiene visos muy distintos. Cualquier hispanohablante que sea un poco aficionado a la lectura de algo más allá del best seller idiotizante, la crónica sensacionalista o el revisionismo casposo, seguramente conocerá aproximadamente el buen hacer tradicional de estas dos editoriales nacidas en pleno deshielo franquista como plantas pujantes en un bosque incendiado.
Ambas se dedicaron preferentemente a la difusión de obras de ese género que ahora se denomina no-ficción y que engloba a todo lo que no es una novelucha. Gracias a ellas, infinidad de autores clave de la cultura universal fueron traducidos por primera vez al castellano y puestos al alcance de casi cualquiera en ediciones de bolsillo modestas, pero manejables y económicas. También editaron obras de referencia ambiciosas y extensas que mantenían, sin embargo, el principio del rigor científico y la filosofía del libro de bolsillo. Aún pueden encontrarse en algunas librerías esos pequeños tomitos sueltos de la Historia Universal en 36 volúmenes, o de la Historia de las Religiones en 12.
Tras la traición de los partidos de izquierda a sus bases y el programa de desideologización primero y de fascistización después de la sociedad española a través sobre todo de los mass media, la mayoría de grandes editoriales maniobraron en el sentido que dictaba el poder y se dedicaron al cultivo de ese estilo editorial que podríamos tipificar con Dan Brown en la "ficción" y Alfonso Ussía en el "ensayo." De entre las que prefirieron mantenerse en su línea, estaban precisamente Akal y Siglo XXI.
Pero ya en los 90 las cosas empezaron a irle mal a ésta última. Un artículo de 1993 aparecido en El País vaticinaba con mal disimulado regocijo y en titulares "el lento declive de Siglo XXI". Recomiendo la lectura del libelo para comprender mejor qué era lo que estaba haciendo mal Siglo XXI. El "periodista" insiste en pedir al por entonces director de la editorial que le explique qué líneas editoriales son las que no funcionan, qué tipo de libros son los que hay que dejar de editar para evitar la bancarrota. Al final, el dócil directivo, entona el mea culpa:

Al pedirle a Abásolo que concrete cuáles son las líneas que han perdido vigencia, puntualiza: "Son básicamente las que tienen que ver con las ideologías, que sustentaban los países del Este(...)"

Ah, acabáramos... Es decir, que Siglo XXI se ha hundido porque no retiró a tiempo del fondo editorial las obras de gente que se empeña en seguir siendo de izquierdas tras la contrarrevolución rusa de 1989. Como si la validez o el interés de los argumentos políticos, sociológicos o económicos tuviesen que ver con las modas o con los sucesos puntuales. Despreciemos a Platón y Aristóteles, pues Grecia fue derrotada por Roma. O a Séneca y Cicerón, pues Roma fue derrotada por los bárbaros. Aunque para el venal, el lameculos y el frívolo posmoderno las convicciones son cuestión de oportunidad y de moda, en Prisa desconocen que no todos somos así. El articulista de El País, como el médico que justifica la enfermedad de su paciente en base a un listado de gérmenes hallados en el análisis de sangre, ofrece una lista de los autores a los que se dedicaba la editorial y que, según él, han causado su ruina. Dice así:

"Una de las líneas más claramente en declive en Siglo XXI de España es Biblioteca del Pensamiento Socialista, con títulos, entre otros, de Louis Althusser, Fernando Claudín (Marx, Engels y la revolución de 1848) y Ernest Mandel (El capital: cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx). Dentro de esta colección está la serie los clásicos con obras de N. Bujarín (Teoría del materialismo histórico), de Antonio Gramsci (Escritos políticos), Lenin, Marx, Zinoviev, Trostki, etcétera."

Así pues, en 1993, el diario El País publica este aviso a navegantes para las editoriales que quieran sobrevivir en el competitivo nuevo mercado de la democracia española: no publiquen nada de esta gente, o tendrán que hacer expedientes de regulación de empleo. Sin embargo los trabajadores de la editorial, en el comunicado tras aquel ERE, ya indicaban cuál era el problema. No es que el público deje de comprar esos libros.

"A juicio de los trabajadores", señala una nota hecha pública por éstos, "los animadores del expediente son tanto accionistas originarios como herederos que, perdiendo interés por la línea de pensamiento de la editorial o incluso entrando en contradicción con ella, quieren hacer líquidas las plusvalías del capital desembolsado en los años sesenta por sus familiares o por ellos mismos".


La editorial ha aguantado a trancas y barrancas 17 años más. El declive fue más lento de lo que El País hubiera imaginado y deseado. Sus libros marxistas pasados de moda se han seguido vendiendo en ediciones antiguas, aunque ya no se hayan reeditado. En las bilbiotecas públicas los vemos aun en viejas ediciones, manoseados y usados por centenares de lectores que, por lo visto, no se han enterado de que ahora lo que se lleva es ser neoliberal, pues el muro de Berlín "ha caído".
Mientras esto ocurría en Siglo XXI, Ramón Akal mantenía su línea editorial y no cambiaba su compromiso inicial con el carácter de servicio cultural y social de sus publicaciones. Akal no solo sigue publicando a autores incómodos para el régimen, y que el régimen llama pasados de moda. Publica al año decenas de títulos cuyo único reclamo es su calidad como obras para la formación y el deleite intelectual del ser humano. Y a pesar de ello parece seguir siendo un negocio rentable.
Que Akal siga siendo una editorial boyante es algo que incomoda a muchos. Si se busca "Akal" en Google, se descubrirá que ya en la tercera entrada, Intereconomía dice: "El dueño de la editorial Akal induce a matar a los ricos."
Pobres "ricos", qué miedo deben pasar, los pobres...

4 comentarios:

JL F dijo...

Una buena noticia que algunas editoriales sigan anteponiendo la cultura al simple beneficio economico (que evidentemente, sin dejar de ser importante, puede convivir con otros valores menos mercantiles). Intereconomia y El Pais, como el resto de medios de, como dices, esta España fascistizada, estarian encantados que solo se vendiara y leyera a los autores que ellos publicitan y que a cambio dicen lo que deben decir.

Dizdira Zalakain dijo...

Lo que es evidente es que la censura tácita de hoy es mucho más efectiva que la censura explícita del franquismo. Intenta buscar en una librería un libro de historia publicado recientemente que utilice como método el materialismo histórico. O un libro que hable sobre Stalin de modo objetivo, sin equipararlo al Mal Encarnado. O uno que hable elogiosamente de los actuales regímenes iraní o norcoreano... En teoría tales libros no estarían prohibidos, pero en la práctica ningún editor se atreve a publicarlos; justo lo contrario de lo que pasaba en la dictadura: en teoría estaban prohibidos, pero en la práctica se publicaban.

pcbcarp dijo...

Esperemos que sea para bien y que la editorial resultante siga viva muchos años.

Dizdira Zalakain dijo...

La editorial creo que en principio seguirá siendo Akal, solo que con los fondos añadidos de Siglo XXI. Yo sobre todo lo que espero es que no se pierdan libros del catálogo con las "mudanzas".